jueves, 28 de mayo de 2009

Decían de él que era el último romántico.
Decían de él que era uno de los últimos caballeros.
Y quizás fuera así.
Gustaba de prepararse la ropa que iba a ponerse, desplagándola sobre la cama.
Era capaz de esperar en una esquina con tal de verla pasar, simplemente para cruzarse con su mirada.
Saludaba con un "buenos días" y una sonrisa, aunque fuera lunes por la mañana.
Siempre dejaba pasar primero y siempre cedía su asiento.
No cruzaba en el calendario los días de los cumpleaños, porque cualquier fecha le parecía perfecta para hacer un regalo.
Y sin embargo.
Sin embargo...
Su corazón se había roto demasiadas veces, ...tantas veces...
Que ahora sólo era un amasijo de pequeños trocitos.
Y él...
Él buscaba el pegamento que uniese aquellos trozos.
Lo buscaba,
en la comisura de unos labios,
en la silueta de una sonrisa,
en la espuma de las olas de un mar, de un mar verde esmeralda.
Decían de él que era el último romántico.
Decía de él que estaba loco.
Todo esto decían de él cuando recogieron los trocitos de su corazón de la arena.
Cuando él decidió perderse entre la espuma de las olas de un mar.
De un mar verde esmeralda.